23 sept 2008

Vuelve la maestra, el retorno de Serta

No podía dejar de anunciar la vuelta de Serta, mi primera maestra en Danza Oriental, y una de las personas maravillosas que brillan con luz propia en nuestro mundillo de gasas y lentejuelas



Estará por aquí sólo tres meses, durante los cuales va a impartir clases regulares, para todos los niveles, y unos magníficos talleres de Fusión de Danza Oriental con flamenco (arabo-andaluz), Danza Tribal Estilo Rachel Brice y Tribal con fuego. Ya pondré más detalles por aquí, yo no me lo voy a perder.





Silver Caravan reunidas de nuevo.


14 sept 2008

Danza Oriental, El Velo

El velo es uno de los elementos favoritos de aquel que contempla a una bailarina oriental, los colores, como vuela alrededor de la figura, la esconde, la muestra velada a traves de la suave gasa, se enreda y desenreda de mil formas....




La historia del velo es compleja es importa
nte diferenciar la historia más antigua de su evolución más moderna.

A nivel mitológico se cuenta que la diosa Ishtar o Astarte, a la búsqueda de su amado Tamuz, y no conformándose con la muerte de éste, le siguió al submundo, cruzando los siete vestíbulos, y dejando una prenda en cada uno de ellos, en un acto cargado de simbolismo, dejar algo de nosotros mismos, una verdad n
uestra para recuperar el amor.

Otra de las explicaciones de su origen atribuyen a Salomé ser la primera bailarina en bailar con velo, ante el Rey Herodes, a cambio de la vida de Juan Bautista, si bien no existe evidencia de cual fue el tipo de Danza que Salomé ejecu
tó. Oscar Wilde se inspiraría en esta versión para su conocida obra en 1907

Las bailarinas occidentales lo usamos prolíficamente, pero en Egipto o Turquía no es un elemento tan popular para bailar, como para hacer una entrada en escena, cargada de misterio, de ahí que los velos que usen estén más decorados con lentejuelas y ribetes, que a las que bailamos toda una coreografía con el v
elo, bueno, nos resultaría incómodo a la par que peligroso.

Hay muchas personas, que defienden que es una aportación moderna y occidental. Para gustos... colores, hay quién también pone en relación el velo con la danza con melaya, propia de Alejandría, en la que una bailarina se envuelve y desenvuelve en un manto negro, lo usa con foular, juega con él, en un baile descarado y coqueto, tuve la ocasión de ver a Munique Neith bailar esta danza, encantadora, pero que yo
veo desligada del velo, diferente.

Opiniones aparte, las medidas del velo también dan lugar a diferentes opiniones y medidas, para mi, como cada una es diferente, mi medida ( a mi me gusta el velo grandote), es que con los brazos en cruz te sobren unos 25 cm de velo por los lados, y desde la punta de la nariz, que te llegue un poco por debajo de las rodillas. Recomiendo comprar tela de más, por ejemplo 3 metros con un ancho de 1'40, con idea de
cortar lo que sobre, si falta tela no hay solución posible.

Respecto de texturas, la seda es magnífica para aquellas que dominen el velo, y siempre que la coreografía no sea muy comprometedora, p
esa poco, la tela flota casi sóla, pero se enreda con mucha facilidad, cuidadín.

Las que empiezan a practicar, os recomiendo una gasa, con más cuerpo que la seda, pero no compreis una tela demasiado pesada, porqu
e os enseñareis con movimientos de velo bruscos, cuando hay que transmitir suavidad.

También resulta maravilloso, a la par que complejo
, bailar con dos velos, jugando a esconderse entre los dos, salir, usarlo como alas...

Y ante todo, creatividad, cuando bailei
s con velo sed imaginativas.

La fotografía anterior es de Samia Gammal, que según algunos, fue precursora a finales de los años 40, en la Danza con Velo, también os dejo un video de la magnífica Munique Neith, una maestra con este elemento, podeis verlo pinchando aquí.

6 sept 2008

Oriente avaza.


Por muy romántica que pueda parecernos la idea clásica del harén del sultán, con mujeres misteriosas envueltas en velos de colores, danzas, olores, música... hay que ser consciente de que se trataba de una forma de explotación de la mujer, cuyo objetivo primordial era complacer a un sólo hombre o parir hijos.



Hoy día persisten formas milenarias de aplastamiento y explotación de la mujer, y por desgracias surgen formas modernas de subyugar a mujeres y niñas.

Marruecos, su monarca, ha hecho algo al respecto.
Ni Mohamed V ni Hassán II renunciaron al emblema más significativo de los sultanes del siglo XIX: el harén. Quizás por ello hasta los escépticos más recalcitrantes han saludado con alborozo el matrimonio público de Mohamed VI con la ya princesa Lala Salma.«Revolución», fue el titular más repetido, y no sólo por el hecho de que Palacio mostrara el rostro de Salma Bennani. A raíz de los esponsales, la prensa local se ha atrevido a confirmar un rumor que persistía desde el inicio de este reinado: el monarca ha disuelto el harén palaciego poniendo fin a una «de sus más viejas tradiciones, que construyó el mito y el misterio del sistema», dice Asan Alaoui, director de la publicación Economie & Entreprises.

«Palacio ha autorizado a todas las compañeras del difunto Hassán II a abandonar la corte real. Hoy viven apaciblemente en la sociedad, después de haber pasado decenas de años en un medio aislado con escaso o nulo contacto con el mundo exterior», precisaba la citada publicación financiera.

Según revelaba, el 25 de marzo, la revista Jeune Afrique, la determinación de liquidar el harén fue «una de las primeras decisiones del soberano». «Con tacto y dulzura», añade, había que desprenderse de «esta parte embarazosa de la herencia. Las concubinas fueron alejadas discretamente del palacio de Rabat y realojadas en villas o apartamentos, al tiempo que se les otorgaba una pensión». Una versión que confirma el periodista francés Jean Pierre Tuquoi, autor del libro El último rey, quien, sin embargo, asegura que varias han regresado al Palacio porque no se acomodaban a su nueva vida.

«Ha sido una decisión que no se ha recibido bien en el corazón del palacio por el Majzen (el entramado de poder que rodea al monarca) y, por supuesto, que no ha gustado a las propias concubinas», explica el historiador y sociólogo Mohammed Ennaji, que publicó Soldados, Sirvientes y Concubinas. La esclavitud en Marruecos en el siglo XIX.

Cuenta Tuquoi que Hassán II se había rodeado de una veintena de concubinas y otras 40 sirvientas. «Aunque la frontera era difusa: si se encaprichaba de una sirvienta, pasaba a ser concubina».Malika Ufkir incrementa el número de esposas a la cuarentena.Ambos coinciden en que el soberano continuó aumentando su harén hasta la década de los 70 u 80. A éstas había que añadir las varias decenas que heredó de su padre, Mohamed V, que hasta ahora también vivían en el palacio de Rabat, aunque en un edificio especialmente erigido para ellas por Hassán II.

El recinto real de Rabat es, en realidad, un complejo enorme donde el abuelo de Mohamed VI construyó dos residencias especiales para sus favoritas: Lala Abla, la madre de Hassán II, y Lala Bahia. Hassán II hizo lo propio y en el edificio de cinco plantas que habilitó como su domicilio reservó dos pisos para sus mujeres.

Cada una disponía de un estudio. «Todos eran idénticos: una cocina, un pasillo con pequeños sillones, un baño coqueto y un salón donde por la noche las concubinas extendían un colchón para dormir», relata Tuquoi. Y todos decorados con fotos de Hassán II. Las mismas que debían portar cuando seguían al rey en sus desplazamientos.

«Repleto de mujeres que deambulaban con gracia arrastrando las largas colas brillantes de sus caftanes (el traje tradicional marroquí). Una verdadera pajarería de aves exóticas, tanto por la diversidad de colores como por el parloteo incesante», así define Ufkir el harén de Mohamed V. Habitaciones trufadas de balcones, de mármol blanco, de salas de baño donde féminas como Lala Bahia pasaban horas incontables, calzado apilado en las puertas (caminaban descalzas por un suelo cubierto de alfombras), almacenes repletos de vestidos, sándalo e incienso, cinturones de oro, collares y piedras preciosas...

En el universo de las concubinas existía también una jerarquía cuyo estrato más elevado lo ocupaban las denominadas moulet nouba (expresión árabe que traducida literalmente significa «a las que les ha llegado el turno»). Las favoritas eran consideradas como esposas sin hijos. «No tenían el derecho a procrear. Sólo la esposa del rey le daba herederos», dice Ufkir. La especialización de estas muchachas, que en su mayoría no habían superado la adolescencia, alcanzaba ribetes singulares. Una se dedicaba exclusivamente a vestir al monarca con su chilaba blanca los días de fiesta; otra, a lavarlo con perfumes y jabones; una más le esparcía el sándalo; había una responsable de las «llaves del exterior» y hasta una secretaria personal, Farida, que después acabó envuelta en un turbio asunto de robo de cheques.


«Dicen que el rey [Mohamed VI] dio a estas chicas la posibilidad de quedarse o de irse a su pueblo. A todas se les ha garantizado una pensión vitalicia y una vivienda, aunque también es cierto que se las ha indemnizado según la categoría que tenían en Palacio.

Pero muchas se sienten perdidas en ese mundo exterior, con una vida dura y hostil que habían abandonado hace ya muchos años», ratifica Fatma, una mujer que frecuentó ese recinto vedado de la corte.

El harén era, en definitiva, un entramado de resabios medievales incompatible con el perfil moderno de la nueva esposa del monarca.